
Como no existe ningún gobierno en España que plante cara a la oleada franquista que ha salido, cacerola en mano y criada al lado, a protestar por no poder hacer lo que han hecho toda su vida, o sea, lo que les ha pasado por sus partes nobles, pues mejor que hagan lo que quieran y que no molesten más, una decisión cobarde ante un virus que no perdona.